jueves, mayo 17, 2007

LA NIÑA DE MIS OJOS


Que ojos, que mofletes, era la recién nacida más guapa de la creación, hasta ese momento yo adoraba a mi sobrina y ahijada. Son amores muy diferentes, no tiene nada que ver con lo que se llega a sentir cuando tienes a tu hija por primera vez en tus brazos.

Por la noche en la cuna lloraba, descubrí que poniendo mi mano a su lado ella se agarraba a mi dedo y dejaba de llorar, así pasamos los primeros meses, entre teta y teta
agarradas de la mano, toda la noche.

A los ocho meses, mientras intentaba dormirse con el chupete puesto emitía una especie de ronroneo que sonaba así: “Haycodel, codel, codel, haycoño, coño, coño”.

Su primer diente, sus primeros pasos, el día que cumplió un añito, en la plaza de la estación jugando con otros niños se soltó a andar.

Con su padre se partía de risa, empezaba a reír y no podía parar, y con su abuelo jugando a Doña Rogelia y con sus primos en el campo, jugando en la tierra.

Antes de dormir le leíamos cuentos, Teo, Nico y Ana… etc. Se los aprendía de memoria
y nos dormíamos nosotros antes que ella, siempre quería más.

A los dos añitos fue unos meses a la guardería, cuando por la tarde iba a recogerla se me agarraba como una lapa, y si se acercaba alguien lloraba diciendo: “ nooooo, mi mamá es mía”.

La etapa de los porqués: ¿Poqué mamá, poqué?

A los tres añitos empezó el Colegio con la hermana Emelinda. En casa llorábamos juntas por nuestro niño, por nuestro chiquitín que en vez de quedase con nosotras, se lo llevaron al cielo.

Los Reyes Magos entre otras cosas le trajeron una cocina de madera, pasaba horas y horas haciendo comiditas, pasteles, los hacía con lentejas, arroz, harina, agua y plastilina de todos los colores, para adornar las tartas.

Le encantaba pintar, recortar, su gran afición eran los libros, cuándo salíamos a pasear, en cuánto divisaba una librería se soltaba de la mano y echaba a correr para ver el escaparate, sobre todo en los porches de la Plaza Nueva.

Una vez dentro de la librería empezaba la selección, ojeaba, miraba, remiraba todos los ejemplares adecuados para su edad que estaban a su alcance expuestos en las estanterías, si no encontraba algo de su gusto el librero le sacaba un montón de la trastienda, y continuaba la selección, podíamos pasar tranquilamente una hora, hasta que encontraba uno de su gusto, lo comprábamos y a correr. (El librero decía que era la única niña que se colgaba de esa manera a los libros) Debía pensar: “esta chavalica es un bicho raro”

Pero ya se sabe… Lo que decía mi suegra con frecuencia: “de padres gatos, hijos misinos”

Continuará…….




miércoles, mayo 16, 2007

Bichos raros

El mejor cortometraje realizado hasta la fecha, por la mejor de las hijas.
Te quiero mucho hija mía.

jueves, mayo 10, 2007